Monday, March 12, 2007

Halcones de la noche



Aquel verano trabajé de camarero. Nos habíamos instalado en la ciudad unos meses antes y apenas conocíamos a nadie. En el bar de Monty me ofrecieron el turno de noche y acepté. Tampoco había mucho donde elegir.

Recuerdo pocas cosas de aquel verano (o tal vez no). Lo que no se me olvidará nunca fue el calor. La gente no hablaba de otra cosa, que si qué calor hace, que si cuándo refrescará, que si con esta temperatura es imposible dormir…
Todavía me parece sentir la camisa enganchada al cuerpo y la piel permanentemente sudada.

Cuando pienso en el bar de Monty, recuerdo inmediatamente a algunos clientes. Los halcones de la noche, los llamaba yo cuando al día siguiente le explicaba a Julia cómo me había ido.
Cierro los ojos y me parece verlos. Noche tras noche. Un día y otro día. Copa tras copa.
Raramente hablaban. Sólo lo imprescindible.

Los más asiduos, de entre los halcones de la noche, eran “mister gris” y el “matrimonio silencioso”.
Mister gris (traje gris, sombrero gris, corbata gris) se sentaba siempre de espaldas a la barra, siempre en la misma mesa, siempre a la misma hora, siempre la misma bebida. Jamás conseguí sacarle más de dos palabras.
El matrimonio silencioso era eso: un matrimonio silencioso. Aunque aún no eran viejos, probablemente hacía ya años que se habían dicho todo lo que se tenían que decir.
El parecía tener dinero y ella hubiera podido ser guapa de haber sonreído un poquito más.

Sí, de aquel verano recuerdo, sobre todo, dos cosas: el calor insufrible y la felicidad que me invadía a ráfagas, cuando menos lo esperaba, al observar a los halcones de la noche. Los miraba y me acordaba de Julia y su sonrisa permanente y de las gemelas. Aquel verano debían de tener unos 7 meses. Todavía me parece verlas con sus pijamas rosas, de gatitos, en el cuartito pintado de azul, junto a la cocina. Recuerdo que lo primero que hacía, al llegar a casa, era ir a verlas dormir. Me pasaba, allí, un ratito, en la semipenumbra, observándolas, escuchando su respiración, sintiéndome protector.

Sí, definitivamente aquel verano fui feliz.

1 comment:

irene said...

Me gustó mucho, ya te lo dije! =)

Me encanta esto de describir las emociones que transmite un cuadro...

¡Un bezito-qq!